lunes, 19 de marzo de 2012

Gracias Jean

Decía el del siempre que uno es los libros que ha leído y que han contribuido de alguna forma a hacerlo por dentro, tanto desde la filosofía u otra disciplina, a la que más o menos se le pueda suponer esta disposición; como, sobre todo desde la literatura o la ficción, que conforman un universo mítico y moral propio e intransferible, ya que es muy difícil encontrar a dos personas que hayan leído exactamente lo mismo, y mucho más, si el caso llegara a darse, que lo hayan aprecidado en la misma forma o en la misma medida. Decía, además, bien el de siempre al hablar de libros y no de autores, pues no siempre estos se encuentran  a la misma altura y, de nuevo como antes, no siempre son apreciadas las obras de un autor de la misma manera, aun trantándose de asiduos y rendidos lectores habituales. Por eso uno siempre es más deudor de los personajes y de las historias que de las personas que los han urdido; sin querer con esto desmerecer ni dejar de agradecer desde lo más íntimo de su alma a quienes han traído al mundo, e incluso a quienes nos han presentado, a estos compañeros inextinguibles. Es por esto que uno se siente un poco más sólo, un poco más triste y un poco más huérfano cuando se entera del fin de uno de estos creadores sin edad, que sentía uno como compañeros alejados, pero próximos. Siente uno como  si lo hubiera dejado un amigo, un persona con la que se compartían ilusiones e imaginaciones; aunque en realidad no te ha dejado nadie, sólo se ha ido la persona desconocida que había concebido para tí y para tus afines esos universos que siempre nos acompañaran y a los que, siempre que sintamos la necesidad, podremos regresar y vivirlos y sentir al habitar en ellos el placer que nos hará exclamar al alejarnos: gracias Miguel, gracias Publio, gracias Julio, gracias Jorge, gracias Jean.

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